jueves, 18 de diciembre de 2014

-EL CHICLE-

                            
                -EL CHICLE-

El círculo nos conduce inevitablemente al centro
como en una espiral para después escupirnos...


De esta forma fui excluido de tú círculo…
como un chicle sin sabor…

Como una promesa incumplida…
con la fuerza de un ciclón…

Me dejaste a oscuras…
me convertiste en una mancha en el sofá…

Pero cometiste el error de pisarme…
Ahora voy pegado a tú zapato y no pienso despegarme.


2009© Juan Manuel Álvarez Romero

miércoles, 10 de diciembre de 2014

HORAS
















Es hora de horas

silencio de silencios  
bullicio de sentidos vacíos.

Es hora de horas

de palabras llenas de almas
de vidas ajenas a la mía
de soledades unidas a otra vida por vivir.

Es hora de horas

de árboles frondosos
de frutos prohibidos
de besos perdidos
de abrazos sin abrazos.

Es hora de horas

de cielos cubiertos de nubes
de lluvia de lágrimas
 risas y anhelos.

Es hora de horas

de montañas por conquistar
de valles sin horizontes
de horizontes lejanos pero perennes.

Es hora de horas

de minutos

silencios rotos por el recuerdo de tu mirada
del sonido de tu voz 
y el aíre que llegamos a respiramos juntos.

Es hora de horas 

partida al infinito
de huida a ningún lugar
de pensamientos unidos tan solo por recuerdos.

Es hora de horas

de huellas de futuro
de hullas de pasado
de huellas del presente…

Es hora de horas

de segundos relámpagos
y de luces del alba

Juan Manuel Álvarez Romero©2012


viernes, 31 de octubre de 2014

Un vuelo











Sin sentido
sin línea divisoria
Sin huellas
sin fronteras
Sin principios de realidad
sin el frente llamado horizonte
solo una fina línea que demarque
sutiliza de camino sin marca
solo el desahucio de la huida
solo aroma a  libertad
solo pérdida sin pérdida
solo lo que queda
En esa levedad de tiempo
Inexistente
Aparente
a veces persistente
solo una leve huida
solo una llegada
     siempre un vuelo…

jueves, 23 de octubre de 2014















Cocinando un futuro

Desde algún lugar; un espacio,  tiempo indefinido... desde las horas aún perdidas con otras que nos absorben; en lo que nos desvincula de las realidades. En lo que nos atrapa en injusticias... lo que nos sumerge en delirios que atropellan todo aquello que nos desvincula y vincula a la vez.  En el día a día... en lo blanco o en lo negro... Lo que en definitiva forma parte del hoy ya pasado, para poder comenzar otro distinto, con nuevos sueños, otras realidades; en esperas y encuentros con lo más importante, nuestra propia existencia...


La felicidad no la encontramos en los mitos, ni fabulas de ser alimentados eternamente desde que nacemos, aunque en la fabula del mito, esta solo se alcanza tras la muerte, al entrar en el paraíso. Tan solo con alcanzar el pecho de la madre, y ser amamantado, ―la eterna felicidad―.

La otra felicidad, la que nos pone melancólicos por haber pasado ya, la que recordamos como parte de nuestras vidas, la que soñamos como parte de lo que somos y, de lo que queremos ser… aun por muchos años que pasen, siempre querremos ser más de lo que ya conseguimos, eso es innato, está en nosotros, en nuestra identidad.

Vamos caminando y recordando, buscando en nuestras huellas lo que realmente estamos haciendo, lo que aun está por llegar y en lo que vamos descubriendo. No, la felicidad no está en lo que queda por venir, está en lo que vamos caminando, en lo que vamos descubriendo, en lo que vamos haciendo.

Pero aun así, vamos buscando los mitos, en fabulas y sueños. Vamos siempre mirando tan al frente, tan al horizonte, que no nos damos cuenta de lo que somos, de lo que tenemos delante, ante nuestros ojos, porque siempre queremos ver más allá.
El día a día casi se olvidó, tan pronto como lo dejamos atrás, sin dejarle una huella en la memoria y, aun así, no pensamos en lo ya vivido.

Quizás la huella sea imaginaria, y no real, la inventamos para sobrevivir, la creamos en nuestra mente pensando que ya la vivimos tal como la deseamos y la convertimos en ficción; luego seguimos caminado pensando que la hemos vivido como real y nos creemos nuestro pasado.

No, no es así, si fuese así, que seriamos: seriamos fantasmas de nosotros mismos, sin una vida hecha, sin un futuro real. ¿Pero es posible vivir así? ¿Inventándonos tal como quisiéramos ser? No, no es posible. A no ser que nos fuéramos construyendo por el camino y en cada paso las flores fueran creciendo y, en cada amanecer viéramos los cimientos cada vez más alto, y más fuertes.

De todas formas miramos al pasado para aprender, ¿o no? Parece que la historia nos demuestra que tropezamos en los mismos errores, en vez de mirarlos para no cometerlos más.

La sociedad es el reflejo de lo que somos, compartimos los mismos derroteros, los mismos caminos; los estados, los gobiernos, los sistemas crean las necesidades del ser humano para poderlos controlar mejor, para sacarlos de sus realidades y llevarlos a las suya, así cuando nos damos cuenta estamos en el camino marcado por otros, sin darnos cuenta estamos consumiendo un producto creado para hacernos creer que somos felices en el mundo que nos tocó vivir… este juego viene desde la prehistoria, desde que se inventaron la vallas para separar, para aniquilar aquello que pudiera ser otra cosa diferente a lo establecido por los que inventaron las fronteras; estas fronteras  no son físicas ―son mentales…― las más peligrosas, las más aniquiladoras.






martes, 21 de octubre de 2014










Vivir en la ultima planta de un bloque de pisos invisible, no es malo... lo malo es no mostrarse en medio de la nada; no mirar al mar cada mañana  sin pisar la arena, y no sentirse uno mismo...

Mirar al mundo desde una ventana y encontrarse con él desde la palabra, la voz... ...decir y dejar decir...  libre.

No encuentro otra forma más maravillosa de expresarme en estos momentos que la de vivir en la ultima planta de un bloque de pisos invisible... pero no yo... si no el bloque... que tampoco es tan invisible...

Escuchar el sonido de la ciudad cada amanecer, el olor a pan, el sonido de las golondrinas... el sonido de los comercios abriendo sus puertas...  Encontrarse con quien  saluda cada mañana... charlar con quien quiera compartir ... saludando con la mirada a veces, otras con un abrazo... vivir las pequeñas cosas que una ciudad te aporta... vivas donde vivas... o como vivas... lo importante es sentirte libre con lo que haces y  piensas... y con lo que tengas, que tampoco es tan importante. 

martes, 14 de octubre de 2014

Improntas









Nómada.-

Improntas.-

Ser, al fin y al cabo no es todo lo que importa... es lo que dejas como ser, lo que te queda de lo percibido, en este intercambio nos hacemos y, hacemos que todo se convierta en un sólido cristal de colores.

Sentado, o de pie, —“no recuerdo bien”—, ante aquella inmensa montaña, blanca, impresionantemente alta. Mientras, permanezco en el valle, rodeado de olivos, de granados y de un sol maravilloso.

Un camino de tierra pasa cerca, el sonido de los grillos es permanente,  las horas desaparecen como por arte de magia. Las palabras se hacen sentir en mi interior, buscando las claves de esta belleza que sube desde el valle al cielo.

Queda cerca el cielo; más incluso que de la tierra, los pies se elevan, la sensación de aíre entra en mí, esto a su vez hace que respire al fin el aíre de la montaña… sumido en esta contemplación, me asombro, alzo una voz que solo yo escucho, no hay nadie. Ahí abajo, en el valle, solo veo siluetas difusas de árboles, alguna casa, algún coche que pasa —sin pararse—, quizás por casualidad. Nada queda en este lugar, solo silencios.

Ahora, aquí, ante esta ventana de luz opaca… que emite una luz permanente que atrae, atrapa, absorbe, hipnotiza… en ella permanezco como flotando en el espacio tiempo… las ideas siguen avanzando, pero no quedan escritas… —no sé que me pasa—, desde aquí, la vida se ve de forma diferente a como la veo ahí abajo.

Esta luz cegadora sigue atrapando, —no solo a mí—, nadie permanece fuera, todos quedan dentro de casas iluminadas tras esta luz… los libros desaparecen, las imágenes milenarias de las paredes se convierten en pixes… —las cuevas son museos, los museos son virtuales—. Desde aquí veo mi silueta dibujada a contra luz, mirándome en la luz cegadora, opaca; la niebla aparece fuera, en este nuevo día, no hay sol, la luz surge, pero desde pantallas cuadradas, rectangulares, ovales…

Al bajar y tocar la tierra, me siento, y observo que las paredes me hablan, me cuentan aquello que no vi. Una luz de sol que llega desde la ventana, me alumbra el escritorio y, trae el destello de los días.

Las letras están gastadas, — pienso—  ¡debo buscar otro teclado!. Las letras son imaginarias, o pertenecen a la memoria intuitiva de escribir, de recordar, salen en un sin fin de expresiones, con o sin sentidos. Cuando vuelvo a la lectura de lo escrito, me veo en las paredes silenciosas, mudas, pero llenas de recuerdos y sensaciones que quieren estar presente en lo que sale a través de los dedos. Atrás dejé cientos de lienzos inconclusos, de páginas pendientes, sin terminar, de vivencias que dejé pasar por el mero hecho de estar ante el papel en blanco, o de un lienzo al que nunca le veo el final…

—Los vacíos de voces que dejé atrás, llegan en forma de silencios—.

Aún así surgen las ideas, de forma abstracta o figurativas, concisas.  Es como cuando te dejas llevar por un mero placer, al que dejo fluir en palabras escritas; estas me guían en un recorrido sin fin. Otras busco una palabra, y comienzo a imaginar su vida, su historia,  —me dejo llevar por ella—; ella me lleva por senderos,  me abre puertas a la imaginación. Las palabras me suben al cielo, a las nubes, al igual que las letras imaginarias de mi teclado, borradas ya de tanto pasar mis dedos sobre ellas, en ocasiones para escribir y en otras por el mero hecho de sentirlas… mientras, pienso.

Del papel surgen  sensaciones espontáneas, de viajes, de rincones comunes o simplemente recuerdos, de llegadas y partidas… de encuentros y desencuentros, de él salen las primeras ideas, de palabras que después se convierten en historias, cuentos, poemas…  es diferente,  surgen figuras, dibujos, colores, vida… es un contacto vital con la materia, con la esencia misma… su olor, su blancura infinita…  del boli, el olor a tinta… del lápiz, el olor a cedro… estos se mezclan con el lugar donde estés y, de eso salen otras historias, otros apuntes diferentes… es como viajar en el tiempo. —Como cuando jugaba con los lapiceros en las tardes después de clase—. Es un momento intimo, reconfortante, iluminado por el niño que quedó dentro; pero también testigo de lo que haces, en el momento mismo de transcribir las palabras que te salen ante una puesta de sol, una idea, una reflexión… es el testigo de tú tiempo, de las horas, de los días, de una existencia, de una vida…

En ocasiones deseo fundirme en su piel, convertirme en esa materia blanca y hacer que mis dedos se fundan a él a través de un sin fin de palabras… sin final, atrapado en las letras, las palabras… en las sensaciones, en lo que he vivido, y hacer que así, quede en un sólido cristal de colores.

Juan Manuel Álvarez Romero©  Granada

domingo, 12 de octubre de 2014

Relato










UTOPIA .-


Dispuestos en filas, pasábamos delante de una torre de crista.

No la podías ver si no dirigías la mirada hacia ella. Translucida, inmensa a su vez, y protectora.

Una luna llena brillaba sobre ella en su estado más completo, más blanca y, más cerca que nunca. Bajo su perfecta redondez resaltaba aún más la geometría transparente de la torre, que a su vez absorbía toda la luz de ésta. Las piedras hacían el resto, en sus formas milenarias, se complementaban entre ocres y tierras, en  plena armonía.

En el entorno todo era blanco.

La corriente humana se iluminaba con esta luz tan blanca, cristalina, limpia, que nos envolvía pero que a su vez, parecía que todos portábamos luz interna, una luz que emanaba desde dentro, haciendo resaltar todos aquellos rostros que miraban quizás buscando la procedencia de aquella maravillosa luz.

Vi rostros duros, marcados, tristes, serios, mutilados, heridos; pero otros limpios, dulces, bellos, alegres, luminosos, portadores todos ellos de algo especial aun siendo cada uno de ellos totalmente diferentes, sin patrones. Desprendían curiosidad y vida.

Era imposible verse los pies, rozábamos el suelo ante tanta presión por la  que confluíamos en aquella corriente humana, eléctrica, enérgica. En realidad no caminábamos sin ninguna dirección en concreto. Sabíamos, intuíamos que al final existía una expansión, una salida abierta y sin tanta presión entre nosotros.

De pronto la intuición se hizo realidad, ante nosotros apareció el mar. Aun de noche, las gaviotas sobrevolaban nuestras cabezas en un vuelo rasante, blanco y perfecto. Resaltaban sobre el azul oscuro y salpicado de millones de luces celestes. Nos daban la bienvenida a un espacio abierto, a una inmensidad casi infinita, donde el horizonte solo se intuía. 

Al fin pisamos arena, algo inmaterial, sin solidez, pero materia en si. Las olas del mar resaltaban su esmaltada textura liquida bajo el reflejo de una luna que nos iluminaba desde atrás. El agua llegó hasta nuestros pies haciendo de este contacto, que nuestras mentes se despertaran, dispersaran y reaccionaran ante aquella visión y, que sintiéramos como nuestros pulmones se llenaban de aíre y  brisa marina.

Nos sentamos al fin, llené mis manos de arena, miré al horizonte imaginario,  y al fin solo. Sólo. Pero con una visión amplia de un imaginario y anhelado  horizonte.

El amanecer hizo el resto.



Juan Manuel Álvarez Romero