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jueves, 23 de octubre de 2014















Cocinando un futuro

Desde algún lugar; un espacio,  tiempo indefinido... desde las horas aún perdidas con otras que nos absorben; en lo que nos desvincula de las realidades. En lo que nos atrapa en injusticias... lo que nos sumerge en delirios que atropellan todo aquello que nos desvincula y vincula a la vez.  En el día a día... en lo blanco o en lo negro... Lo que en definitiva forma parte del hoy ya pasado, para poder comenzar otro distinto, con nuevos sueños, otras realidades; en esperas y encuentros con lo más importante, nuestra propia existencia...


La felicidad no la encontramos en los mitos, ni fabulas de ser alimentados eternamente desde que nacemos, aunque en la fabula del mito, esta solo se alcanza tras la muerte, al entrar en el paraíso. Tan solo con alcanzar el pecho de la madre, y ser amamantado, ―la eterna felicidad―.

La otra felicidad, la que nos pone melancólicos por haber pasado ya, la que recordamos como parte de nuestras vidas, la que soñamos como parte de lo que somos y, de lo que queremos ser… aun por muchos años que pasen, siempre querremos ser más de lo que ya conseguimos, eso es innato, está en nosotros, en nuestra identidad.

Vamos caminando y recordando, buscando en nuestras huellas lo que realmente estamos haciendo, lo que aun está por llegar y en lo que vamos descubriendo. No, la felicidad no está en lo que queda por venir, está en lo que vamos caminando, en lo que vamos descubriendo, en lo que vamos haciendo.

Pero aun así, vamos buscando los mitos, en fabulas y sueños. Vamos siempre mirando tan al frente, tan al horizonte, que no nos damos cuenta de lo que somos, de lo que tenemos delante, ante nuestros ojos, porque siempre queremos ver más allá.
El día a día casi se olvidó, tan pronto como lo dejamos atrás, sin dejarle una huella en la memoria y, aun así, no pensamos en lo ya vivido.

Quizás la huella sea imaginaria, y no real, la inventamos para sobrevivir, la creamos en nuestra mente pensando que ya la vivimos tal como la deseamos y la convertimos en ficción; luego seguimos caminado pensando que la hemos vivido como real y nos creemos nuestro pasado.

No, no es así, si fuese así, que seriamos: seriamos fantasmas de nosotros mismos, sin una vida hecha, sin un futuro real. ¿Pero es posible vivir así? ¿Inventándonos tal como quisiéramos ser? No, no es posible. A no ser que nos fuéramos construyendo por el camino y en cada paso las flores fueran creciendo y, en cada amanecer viéramos los cimientos cada vez más alto, y más fuertes.

De todas formas miramos al pasado para aprender, ¿o no? Parece que la historia nos demuestra que tropezamos en los mismos errores, en vez de mirarlos para no cometerlos más.

La sociedad es el reflejo de lo que somos, compartimos los mismos derroteros, los mismos caminos; los estados, los gobiernos, los sistemas crean las necesidades del ser humano para poderlos controlar mejor, para sacarlos de sus realidades y llevarlos a las suya, así cuando nos damos cuenta estamos en el camino marcado por otros, sin darnos cuenta estamos consumiendo un producto creado para hacernos creer que somos felices en el mundo que nos tocó vivir… este juego viene desde la prehistoria, desde que se inventaron la vallas para separar, para aniquilar aquello que pudiera ser otra cosa diferente a lo establecido por los que inventaron las fronteras; estas fronteras  no son físicas ―son mentales…― las más peligrosas, las más aniquiladoras.






miércoles, 8 de octubre de 2014

Reflexiones













Las promesas de las horas se van convirtiendo en tiempo, en silencios, en melancolías que nos acompañan y tienden a quedarse en nosotros.

Las promesas también nos llegan de voces externas, incluso del silencio externo. Es curioso como un silencio nos puede decir más que mil palabras; como entramos en un lenguaje de signos comunicativos de miradas, gestos y movimientos; sin realizar un estudio previo, lo llevamos grabados en la memoria innata, lo captamos en el aprendizaje de las edades, del caminar, de nuestros seres queridos y amigos, pero todo ello en un reconocimiento ya sabido, intuitivo, maravilloso.

Hoy y ayer, nos observamos de formas muy diferentes, cada día es desigual al otro, nuestros gestos varían en consonancia con nuestro entorno tanto habitual como extraño, y bueno, esto me hace reconocer a la persona que tengo enfrente, lo conozca o no, intuimos sus actos por como se comunica con nosotros.

El tiempo marca huellas al igual que las experiencias en nuestros rostros y, esto es otro tipo de señal, pero me preocupa mucho aquellos que no transmiten señales, que no transmiten sensaciones, a los que el camino les dejó sin huellas, sin experiencias que mostrar, y esto me preocupa porque normalmente son personas que se muestran y se ofrecen para dirigir, para mostrarnos caminos, me refiero a los que por regla general están en los lugares que nos importan o deberían importarnos, ejemplo, los politicos.




domingo, 21 de septiembre de 2014

Metrópolis.










Metrópolis.

Confluir y fluir, encontrarnos en los mensajes llenos de códigos complejos que a su vez pueden ser creadores de encuentros, sensaciones que nos evocan momentos únicos y con ellos poder unificar un pensamiento. Un pensamiento que mire hacia adelante, que se expanda y vuelva a generar humanidad allí donde ya se perdió.


Todo comienza temprano, a eso de las siete, justo cuando suena la puerta del pasillo de la escalera del bloque de pisos donde habito.

Alguien sale, y por el sonido de los pasos sé que va con prisas. Aun no le conozco, como tampoco a ninguno de los vecinos, solo escucho sus pasos… les escucho hablar en el patio, y todos hablan y hablan de lo mismo… ―Realidad.―

Hoy llueve infernalmente, truenos que hacen temblar la tierra, la tierra que se mueve sin necesidad de truenos… movimientos inconcretos que no sé de donde vienen, pero que sin duda hacen que yo me mueva de mi asiento… las guerras son siempre lo mismo, siempre pienso que son planificadas para eliminar a seres humanos, no más, es la locura de no controlar el pensamiento, inquietante, trascendente, impávido, y sin sentido. De locos que han quedado atrapados en el tiempo, en un tiempo indeciso, perdido, sin lugar.

―Como salir de esta realidad de ciudad―.

Hoy camino por calles que me enseñaron juegos infantiles como también el juego de la vida y a la vez un infinito sentido del horizonte… un horizonte que hoy no sé donde está, pero que sin duda aparecerá tarde o temprano… lo busco y,  sé que está ahí, tras los edificios, en algún lugar.

―En el asfalto muchos horizontes se pierden―.

He regresado a la orilla de las horas que permanecí en silencio por otras que nacieron de la palabra. Las palabras que salieron de mí, quedaron atrás, sin memoria… he regresado al mundo de los sentidos, de los sonidos, de la música, de la regresión al pasado que siempre nos perturba en sonidos de ciudad que ya no dicen nada, ―Tan solo memoria―…

Dentro de las inquietudes de viejos ideales que ya no son ideas sino recuerdos… siempre recuerdos, siempre memoria inquieta que no cesa de hacer ruido… se deben dejar los ruidos antes que ataquen, antes que alguien los escuche realmente… esos sonidos que un día tomaron forma de pensamiento definido… ya nada es igual, viejas heridas que nos hacen retroceder a lugares perdidos en medio de la nada… en medio de los silencios que definieron la vida eterna y ya no es vida, sino un lugar en un espacio inconcreto, opuesto a lo que soñamos… , quedar en el olvido, solo eso, olvido.

Me pregunto por el estado de los principios que rigen el mundo, donde queda la palabra, la visión de lo humano, donde la verdad de lo real o la ficción... todo lo escrito queda en la memoria de quien lo escribió, otros quedan en la poca memoria de la historia. Pero realmente sin nuestro pensamiento solo nos quedan las verdades a medias de un mundo que se desinfla en mentiras sin clasificar... todo cambia,  tan solo es el principio de un cambio de disfraces... de escenografías, de un guión establecido por unos locos que ignoran el significado del ser, del humano... me pregunto si ser es posible, si lo posible es tan solo un sentimiento.

Las cosas más pequeñas del mundo nos sorprenden a cada paso, cada día de nuestra vida, y esto hace que lo posible si sea real, a pesar de no ser lo que creíamos ser… a pesar de ser lo que si somos… ―parte del todo―… parte de una comunidad que se expande y nos lleva más allá de lo soñado, de lo que queremos para nuestro futuro. De todas formas el equilibrio se pierde al tercer paso de una calle mojada, después sale luz de las paredes y reapareces sentado en una silla sin respaldo… opuesta a las sillas que salen de la nada… todas la formas de equilibrio conocidas quedan inquietas, sentenciadas al olvido… expuesto a las sombras que resurgen desde la nada… desde el desequilibrio de la soledad.

El deseo de lo perpetuo queda en nuestra existencia desde que nacemos, otras nos quedamos sin esa vitalidad existencial expuesta a la mirada de los otros que quedaron sentados en perpetuas siluetas de sal, en equilibrios sin sentidos y difuminados en nombres lejanos, sentados en bancos de parques creados para este fin… la inmovilidad.

Buscamos esa magia que nos saque de ser estatua de sal, y persistir en la memoria del horizonte…?

Recorrer calles, avenidas, … rodeado de ruidos infernales en busca del tren que sale temprano; salir de esta ciudad costará mucho más de lo que pensaba… salir para encontrar el equilibrio con la naturaleza, con el agua, con el cielo, con el aíre. Salir para sentir la vida, la esencia de lo que un día fuimos, de lo que un día percibimos como parte de este mundo, parte del universo, parte del todo…  definitivamente no se es de ciudad, realmente no se es de ningún lugar. ― se pertenece al mundo―  el mundo somos nosotros, nuestro pensamiento, aunque las sillas a veces estén puestas a la inversa del escenario de la vida.



Juan Manuel Álvarez Romero©

jueves, 5 de junio de 2014

Pensamientos










Sentado ante la mesa del café, surge alguna imagen, movimiento o palabra; como en un lienzo blanco del cual surgen mil ideas abstractas que se conjugan en un sin fin de metáforas, cuentos, leyendas o misterios reales.
Por: Juan Manuel Álvarez Romero*

La mirada se pierde tras la sombra del toldo, junto al mar y la arena bajo mis pies; el café deja de humear y sin saber exactamente donde dirigir mi atención los pensamientos no paran en un sin sentido, al menos hasta que les encuentre donde asentarlos; los ojos no dejan de examinar lo que me rodea y, sin embrago mi cuerpo se siente relajado, tranquilo y distante de todo, sobre la arena, junto al sonido constante de las olas, la mesa con mantel de plástico y el café.

El periódico que solté al llegar junto a los cigarrillos y un libro de Onetti “Cuando ya no importa”, me avisa de que otros momentos se están moviendo en otros lugares, complejos, confusos, con verdades o sin ellas las palabras rellenan las páginas del diario. En este caso no leo metáforas, ni cuentos, solo posibles realidades que nos conciernen a todos, nos involucran a todos a seguir caminos que aunque no queramos nos obligan a seguir de algún modo, y los que no, deberían involucrarnos. Me repito una frase que se convierte en mi dogma, “La mejor forma de ir contra el sistema es tener nuestros propios pensamientos

Mis pensamientos siguen su periplo por el lugar, cabalgan entre las utopías y las mesas del café, con mi ojo, el de la nuca, persigo otras voces que hablan de cosas más normales que las que suelen pasar por mi cabeza en estos momentos, hablan del amor, hablan de sueños, de verdades y de cómo conseguir deseos; loterías, quinielas, vacaciones, sol, playa, también de la fiesta la noche anterior. Un grupo de jóvenes cuentan el número de novios que han tenido, otros,  los caballos de potencia de sus coches…

Mis ojos frontales buscan algo en que asentarse, quizás para buscar algún pensamiento concreto, algo más complejo para analizar ¿o quizás debería dejarme fluir?  No todo tiene que ser analizable, ni complejo; le doy un sorbo al café, después me acerco un cigarrillo a los labios, ¡aquí se puede fumar!

El sol busca esconderse tras la línea del horizonte, con una paleta de colores que me sorprende cada día, rojos, naranjas, violetas, amarillos… quizás el sol hoy se marche sin respuestas, o con las necesarias para poder descansar. Creo que a mi, aun me queda proseguir buscando en los pensamientos alguna pregunta o respuesta, aunque estos, los pensamientos, nunca nos abandonan y mostrándose de múltiples formas, significados, causas y efectos, simples o complejos, alegres o tristes, siempre están ahí, como el atardecer que nunca es igual.

De regreso a la mesa termino con mi café ya frío; observo que el cigarrillo se consumió entero en el cenicero dejando su forma definida en las cenizas y recordándome que el tiempo también pasa. La mirada se dirige entonces a la muñeca derecha buscando las agujas del reloj, el cuerpo reacciona al estimulo de sentir que el tiempo voló, la mano izquierda se dirige a recoger el libro de Onetti que ni siquiera pude abrir, la mano derecha atrapa el paquete de cigarrillos y el diario, la izquierda busca en el bolsillo alguna moneda para dejar en la mesa. Con la mirada busco al camarero y le indico que me marcho… Ahora creo que encontré nuevos pensamientos… distintos, pero pensamientos.



 Imagen titulada "Ante la mesa del café". Autor: Juan Manuel Álvarez Romero.