miércoles, 8 de octubre de 2014

Reflexiones













Las promesas de las horas se van convirtiendo en tiempo, en silencios, en melancolías que nos acompañan y tienden a quedarse en nosotros.

Las promesas también nos llegan de voces externas, incluso del silencio externo. Es curioso como un silencio nos puede decir más que mil palabras; como entramos en un lenguaje de signos comunicativos de miradas, gestos y movimientos; sin realizar un estudio previo, lo llevamos grabados en la memoria innata, lo captamos en el aprendizaje de las edades, del caminar, de nuestros seres queridos y amigos, pero todo ello en un reconocimiento ya sabido, intuitivo, maravilloso.

Hoy y ayer, nos observamos de formas muy diferentes, cada día es desigual al otro, nuestros gestos varían en consonancia con nuestro entorno tanto habitual como extraño, y bueno, esto me hace reconocer a la persona que tengo enfrente, lo conozca o no, intuimos sus actos por como se comunica con nosotros.

El tiempo marca huellas al igual que las experiencias en nuestros rostros y, esto es otro tipo de señal, pero me preocupa mucho aquellos que no transmiten señales, que no transmiten sensaciones, a los que el camino les dejó sin huellas, sin experiencias que mostrar, y esto me preocupa porque normalmente son personas que se muestran y se ofrecen para dirigir, para mostrarnos caminos, me refiero a los que por regla general están en los lugares que nos importan o deberían importarnos, ejemplo, los politicos.




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