Las promesas de las horas se van convirtiendo en tiempo, en silencios,
en melancolías que nos acompañan y tienden a quedarse en nosotros.
Las promesas también nos
llegan de voces externas, incluso del silencio externo. Es curioso como un
silencio nos puede decir más que mil palabras; como entramos en un lenguaje de
signos comunicativos de miradas, gestos y movimientos; sin realizar un estudio
previo, lo llevamos grabados en la memoria innata, lo captamos en el
aprendizaje de las edades, del caminar, de nuestros seres queridos y amigos,
pero todo ello en un reconocimiento ya sabido, intuitivo, maravilloso.
Hoy y ayer, nos observamos de
formas muy diferentes, cada día es desigual al otro, nuestros gestos varían en
consonancia con nuestro entorno tanto habitual como extraño, y bueno, esto me
hace reconocer a la persona que tengo enfrente, lo conozca o no, intuimos sus
actos por como se comunica con nosotros.
El tiempo marca huellas al
igual que las experiencias en nuestros rostros y, esto es otro tipo de señal,
pero me preocupa mucho aquellos que no transmiten señales, que no transmiten
sensaciones, a los que el camino les dejó sin huellas, sin experiencias que
mostrar, y esto me preocupa porque normalmente son personas que se muestran y
se ofrecen para dirigir, para mostrarnos caminos, me refiero a los que por
regla general están en los lugares que nos importan o deberían importarnos,
ejemplo, los politicos.
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