Cocinando un futuro
Desde algún
lugar; un espacio, tiempo indefinido...
desde las horas aún perdidas con otras que nos absorben; en lo que nos
desvincula de las realidades. En lo que nos atrapa en injusticias... lo que nos
sumerge en delirios que atropellan todo aquello que
nos desvincula y vincula a la vez. En el
día a día... en lo blanco o en lo negro... Lo que en definitiva forma parte del
hoy ya pasado, para poder comenzar otro distinto, con nuevos sueños, otras
realidades; en esperas y encuentros con lo más importante, nuestra propia
existencia...
La felicidad no la
encontramos en los mitos, ni fabulas de ser alimentados eternamente desde que
nacemos, aunque en la fabula del mito, esta solo se alcanza tras la muerte, al
entrar en el paraíso. Tan solo con alcanzar el pecho de la madre, y ser
amamantado, ―la eterna felicidad―.
La otra felicidad, la que nos pone
melancólicos por haber pasado ya, la que recordamos como parte de nuestras
vidas, la que soñamos como parte de lo que somos y, de lo que queremos ser… aun
por muchos años que pasen, siempre querremos ser más de lo que ya conseguimos,
eso es innato, está en nosotros, en nuestra identidad.
Vamos caminando y recordando, buscando
en nuestras huellas lo que realmente estamos haciendo, lo que aun está por
llegar y en lo que vamos descubriendo. No, la felicidad no está en lo que queda
por venir, está en lo que vamos caminando, en lo que vamos descubriendo, en lo
que vamos haciendo.
Pero aun así, vamos buscando los mitos,
en fabulas y sueños. Vamos siempre mirando tan al frente, tan al horizonte, que
no nos damos cuenta de lo que somos, de lo que tenemos delante, ante nuestros
ojos, porque siempre queremos ver más allá.
El día a día casi se olvidó, tan pronto
como lo dejamos atrás, sin dejarle una huella en la memoria y, aun así, no pensamos
en lo ya vivido.
Quizás la huella sea imaginaria, y no
real, la inventamos para sobrevivir, la creamos en nuestra mente pensando que
ya la vivimos tal como la deseamos y la convertimos en ficción; luego seguimos
caminado pensando que la hemos vivido como real y nos creemos nuestro pasado.
No, no es así, si fuese así, que
seriamos: seriamos fantasmas de nosotros mismos, sin una vida hecha, sin un
futuro real. ¿Pero es posible vivir así? ¿Inventándonos tal como quisiéramos
ser? No, no es posible. A no ser que nos fuéramos construyendo por el camino y
en cada paso las flores fueran creciendo y, en cada amanecer viéramos los
cimientos cada vez más alto, y más fuertes.
De todas formas miramos al pasado para
aprender, ¿o no? Parece que la historia nos demuestra que tropezamos en los
mismos errores, en vez de mirarlos para no cometerlos más.
La sociedad es el reflejo de lo que
somos, compartimos los mismos derroteros, los mismos caminos; los estados, los
gobiernos, los sistemas crean las necesidades del ser humano para poderlos
controlar mejor, para sacarlos de sus realidades y llevarlos a las suya, así
cuando nos damos cuenta estamos en el camino marcado por otros, sin darnos
cuenta estamos consumiendo un producto creado para hacernos creer que somos
felices en el mundo que nos tocó vivir… este juego viene desde la prehistoria,
desde que se inventaron la vallas para separar, para aniquilar aquello que
pudiera ser otra cosa diferente a lo establecido por los que inventaron las fronteras;
estas fronteras no son físicas ―son
mentales…― las más peligrosas, las más aniquiladoras.
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