martes, 18 de septiembre de 2012

Nomadas
















ficcion.debatepress.com%2F%3Fp%3DverNoticia%26idNoticia%3D12932%26idCategoria%3D1&h=8AQHch-HYAQHjmR37kW24U6RsfjCVQ-axcDfctuY_UzbPHw

Llega la luz, pero se va cada dos por tres. La carretera nacional pasa por medio del pueblo; los camiones me despiertan cada mañana avisándome que ya es hora de levantarme. Quiero estar en todo y al final no estoy en nada. La cocina se me hace un mundo, porque me abstrae el fuego de la chimenea y, me quedo como un zombi mirando como se consumen los troncos de encina, mientras tomo el primer café. Entre esto y las pinturas, mi cabeza anda en otros lugares lejanos, que en su día formaron y alimentaron lo que hoy soy.

En el cuadro que estoy pintando vuelo junto a un águila, veo barcos que se alejan en la historia y me traen objetos maravillosos de otros tiempos; perlas, cedas, olores a especias, vestidos orientales y perfumes exóticos.

Cuando paso por la cocina, justo al lado del estudio, me paro ante el fuego, se consume lentamente; me siento ante él, y comienzo a olvidar el viaje del cuadro y, “entro en este texto”, —en mi pequeño portátil—, con la música de Wim Mertens, y me pregunto sobre qué escribir esta semana, el recorrido que andaba en trance, paró por un tiempo, sé que debo continuar, buscar otro lugar, pero sin huir de lo que soy, porque allá donde vaya seré siempre el mismo solitario. Me refugio en mi trabajo, me quedo absorto en mis pensamientos, busco formas de crear y de ser, al menos y en principio, sacar todo lo que queda dentro después de muchos caminos. Nuca se terminan, y si no te paras, al final todo queda en algún lugar de la cabeza o del corazón. Ahora sé que toca sacarlos de ahí, donde estén, aún no descubrí de donde salen, ni tampoco porqué se ocultan y no quieren salir en muchas ocasiones. Pero al final siempre salen, de una forma u otra.

Ahora me levanto y vuelvo al viaje junto al águila, este me espera en una cornisa de acantilado; quiere enseñarme el bosque de álamos, el río que lo recorre, el valle, y llevarme junto al mar. Pero antes debo presentarme al chaman, este me espera para darme alas, para enseñarme como batirme entre las corrientes de aíre, y como aterrizar después.

Entre los lomos de los libros, aparece un haz de luz que me sorprende en principio; luego me doy cuenta que es el monitor del ordenador el que lo produce, —“mientras leo un libro en el sofá; bajo la ventana y, mientras llueve”—, justo detrás de los estantes de libros.

Bajo las escaleras que suben al segundo piso, mientras las bajo, dejo atrás la habitación que más luz percibe la casa, por su orientación, única, no solo absorbe luz, también calor, es mi favorita… desde su ventana puedo ver toda una vega Granadina y el pueblo de Lorca a lo lejos, y más allá las inmensas montañas de sierra nevada ya blancas por las primeras nieves.

Vuelvo al lienzo aún en proceso de surgir de fluir, me dejo llevar, me dejo seducir por su propia historia, pero a la vez introduciéndole la mía propia.

Mis pensamientos entran de pronto entre bloques de hormigón, ventanas cerradas, calles sin luces, calles desierta, sin sombras. Aparecen de pronto destellos de voces que me asombran de sus propios recuerdos. Incluidos los mío, que surgen de aquellos que un día me hicieron soñar.

Vuelvo a las ascuas del fuego, me vuelvo a sentar, respiro y pienso que el día se fue, fuera ya no queda luz del día, debo encender las luces si quiero saber por donde caminar sin tropezar. Pero me relajo, vuelvo a buscar aquél libro que comencé esta mañana y quisiera saber más sobre él. Dejo el vuelo del águila, dejo el calor del hogar, me acerco ahora a otro pensamiento y sigo con la música de Mertens. Aún no sé como terminará el día, ni si este texto será concluso, intento pensar qué tengo delante…

Aunque el día es de lluvia y gris, la noche aparece después de un día lleno de colores, de magia y esperanzas. El sol queda en mi retina, y aún la sensación quema en mi piel; el mar quedó atrás, quieto, sin oleajes, como una laguna, pero intensamente azul.

En las horas que preceden a la llegada del alba todos estamos preparados para observar como la actividad humana surge de todas las partes del interior. Ya no queda nadie cerca de la costa. Los barcos partieron hace horas. Ahora solo queda esperar la siguiente llegada, con los tesoros más esplendidos de otros lugares lejanos. Pero para mí, el tesoro más esplendido está aquí, en mi corazón.
Como Nómada he parado; un descanso para estas piernas cansadas de caminar por senderos extraños, lejanos, misteriosos. Me quedo, me toca este descanso, me toca respirar de lo que un día me llenó, para poder llenar este que terminó hoy y, ofrecerlo de nuevo.

Nunca dejaré de asombrarme, aunque sé que tampoco de aprender. Descubrir que de amor no se muere, aunque parezca que sí. Descubrir que existen lugares y lugares, saber que en realidad no se puede estar en todas partes, pero sentir que sí lo estás. Saberse, descubrirse, estar, ser... aunque parezca que no, existen diferencias…
http://www.calle-ficcion.debatepress.com/?p=verNoticia&idNoticia=12932&idCategoria=1

Juan Manuel Álvarez Romero © 2011


sábado, 8 de septiembre de 2012

Los rostros.-











http://youtu.be/dFQLdDS3Klw




La mirada del otro

Los rostros.-

Los rostros caminan sin cuerpo, sin el cuerpo el rostro torna a ser él, a ser lo que verdaderamente representa; la humanidad. 

Fuera de los mitos de la mascara, los rostros son símbolos originales que conforman códigos semióticos, un lenguaje, una ciencia… sin sus orificios los rostros serian como un lienzo en blanco, sin sus ojos, nariz, boca, orejas, no podríamos identificarlos como independientes…

Un rostro nos cuenta la verdad o la mentira, la duda o la pregunta… nos muestra la incógnita. Sus ejes simétricos o asimétricos, su belleza o su fealdad, nos muestra sus huellas de identidad con sus rasgos particulares. Su procedencia, su origen, su lugar, su rebeldía.

Los nuevos códigos se muestran tras rostros vacíos, sin gestos, rostros de otros, rostros de lejanías que viajan en metro o en autobuses… luces que simbolizan el tiempo… “variantes libres” sombras expuestas en humanos.


Fórmulas semióticas en ejes diferenciales que no lingüísticos… palabras vivas, poemas con ojos, poemas visuales, sentidos líquidos de pensamientos. Huellas de sentido onírico, místicos a veces, otros repletos de metáforas. Maquinas de rostridad, constructoras de sueños y esperanzas.

Un rostro cualquiera nos lleva a otros mundos, otras vidas; nos enamora, nos tonifica, nos seducen, nos alegran o entristecen.

Un rostro puede ser producto de consumo, de belleza, de camino, de juegos sexuales, de deseos… curiosidad, despecho, ironía, éxtasis. Forma parte de la Desterritorialización, de la antropología social, de la historia, de los miedos, de las soledades, de misterios y dudas, del egoísmo del yo, tu, mío.

El rostro es la imagen de la belleza, del amor, de la paz, del deseo mas profundo… no solo habla, comunica, piensa… no es una mascara con decoraciones que mistifican sus mensajes. Es humano, es ser, es el.

El rostro es parte de la literatura, de la arquitectura, del arte, forma parte de la humanidad, forma parte de la historia.

(“No es animal, pero tampoco humano… Gilles Deluze”)

El rostro que reconozco como parte de mi identidad, me envuelve en una vida, en un misterio, en una duda, en mis soledades más íntimas, en mis deseos más profundos. El rostro que cambia mi vida es el más bello, es el más sentido y vivido, el más sexual, el mas amado… no hay otro, no hay otra forma de verlo, de sentirlo, de desearlo… el rostro que me seduce para siempre es el más hermoso… me saca de mis silencios, de mis sombras… me saca de lo que no quiero… de la oscuridad… me lleva lejos, cambiamos de continentes, de planetas… el rostro que amo es el rostro de la humanidad, de la libertad, del aíre, del mar…

El rostro eres tú, yo, él, ella, ellas, ellos, nosotros la humanidad… con sus voces, sus palabras, y con una voz propia, ¡basta!

El rostro que me sé, solo busca la verdad, el rostro que deseo, solo sabe de belleza, el rostro que persigo, es mágico, maravilloso…es el alma, es su esencia vital, es el rostro que sigo esperando para compartir mi soledad.

El rostro que sigo esperando me libera, me transforma, me aleja de las sombras… el rostros que espero eres tú.

Juan Manuel Álvarez Romero.- escritor y pintor - 19- 8-2012http://www.alvaeno.com/letrasTRL.htm

Disfrutar del camino se sale del tiempo...















Todo en el caminar lleva su tiempo, todo lo recorrido queda en el tiempo, todo el tiempo es camino... disfrutar del camino se sale del tiempo...

jueves, 6 de septiembre de 2012

La nuez.-


NÓMADAS.-
La nuez.-  
Cuentos breves 

Una nuez fue a darte en la frente cuando dormías bajo aquel inmenso nogal; posiblemente centenario, alto, robusto, casi que tocaba el cielo.
Aún no sabes como terminaste ahí, pero dormías profundamente bajo el centenario árbol, en un día de calor extremo. No despertaste del todo hasta la tercera nuez, que fue la que provocó que maldijeses aquel maravilloso lugar. El sol aún estaba alto, muy alto, sobre tú cabeza. Te salvaba de él la sombra del nogal.
Mientras te despabilabas observaste que estabas junto a un bosque frondoso, fresco y húmedo, incluso que cerca corría un arroyo de agua dulce que no tardaste en localizar y llegar hasta el. De pronto sentiste una gran paz y protección, pero a la vez estabas asustado y perdido. No sabías como habías llegado allí.
Después de zambullirte en el arroyo, y refrescarte de aquella humedad pegajosa que provoca el calor en estas zonas boscosas y en la que aún no sabías ubicarte, ―mucho menos ubicarla ―, volviste al lugar donde te despertó la nuez, la primera nuez. La confusión no tardó en llegar, tus ideas sobre ti mismo te estaban haciendo sentir mal. ―Otra nuez más te dio en la cabeza―.
Observaste que era una ardilla la que te lanzaba desde lo alto del nogal una nuez tras otra, te decía a su manera que estabas invadiendo su territorio y que te largases, llegaste incluso a verle el entre cejo malhumorado. Pero estabas tan confundido que solo supiste sacarle el puño en señal de protesta.
Comenzaste a observar el lugar, entre preguntas de quién eras y que hacías allí. Aun así, el lugar te estaba llenando de una sensación maravillosa, de paz y, no sabías el porqué. ―Daba igual―.
Caminaste durante horas alejándote cada vez más del nogal bajo el que despertaste, ―y del que traías un buen chichón en la frente―, caminabas sin rumbo, te buscabas a ti mismo al tiempo que la salida de aquél lugar en el que de pronto te descubriste. El lugar es hermoso, te decías una y otra vez, este lugar es mágico, y así con estos pensamientos y bienestar físico percibiste que el sol desaparecía a tu espalda, entre los troncos de los nogales que nunca terminaban, y que cada vez era más espeso el entramado de árboles que se mezclaban ya con especies como castaños, álamos y otras como las robinias y arbustos. Comías inconscientemente una nuez tras otra, te agachabas tan solo y tenías varias, sin esforzarte, las partías golpeándolas una contra otra entre tus manos, y todo esto con la mirada perdida en un horizonte que aun no aparecía y que cada vez estaba más oscuro. Estabas dejando atrás el sol, tanto que se convirtió en un puntito.
Encontraste un camino, un sendero, posiblemente hecho y trazado por el pasar de algún ciervo o jabalí. Decidiste seguirlo a pesar de no saber de donde venias ni a donde ibas, seguro que algún lugar llevaría. Pensaste y sentiste la angustia de no saber tú nombre, te mirabas una y otra vez tus manos, tus pies, incluso tú ropa sucia y rota.
El silencio te acompañó y persistió todo el tiempo, tan solo las lechuzas rompían la monotonía de este, ya no podías ver, te abrazabas a cada árbol como si en ello te fuera la vida. En la oscuridad resaltó el blanco de tus ojos, y el sonido de tus pasos sobre la maleza y madera seca comenzó a predominar. Ya no sabías realmente ni que eras.
Comenzaste a pensar que eras parte del suelo, te sentías pegado a él; de pronto tus manos se quedaron pegadas a aquel tronco grueso y viejo al que finalmente te abrazaste, tus pies se pararon de tal forma que realmente te quedaste pegado a la maleza del suelo. Te hundías en este suelo, en esta materia orgánica que se descomponía lentamente. Sentiste como el olor a humus invadía tú cuerpo. Ya no podías tener referencias visuales identificables, reconocibles por el instinto que te llevó hasta este punto.
...Hoy eres una nuez, en una bolsa de supermercado.

Juan Manuel Álvarez Romero.- ®2011 Cuentos breves