Metrópolis.
Confluir
y fluir, encontrarnos en los mensajes llenos de códigos complejos que a su vez
pueden ser creadores de encuentros, sensaciones que nos evocan momentos únicos
y con ellos poder unificar un pensamiento. Un pensamiento que mire hacia
adelante, que se expanda y vuelva a generar humanidad allí donde ya se perdió.
Todo comienza temprano, a eso de las siete, justo cuando
suena la puerta del pasillo de la escalera del bloque de pisos donde habito.
Alguien sale, y por el sonido de los pasos sé que va con
prisas. Aun no le conozco, como tampoco a ninguno de los vecinos, solo escucho
sus pasos… les escucho hablar en el patio, y todos hablan y hablan de lo mismo…
―Realidad.―
Hoy llueve infernalmente, truenos que hacen temblar la
tierra, la tierra que se mueve sin necesidad de truenos… movimientos inconcretos
que no sé de donde vienen, pero que sin duda hacen que yo me mueva de mi
asiento… las guerras son siempre lo mismo, siempre pienso que son planificadas
para eliminar a seres humanos, no más, es la locura de no controlar el
pensamiento, inquietante, trascendente, impávido, y sin sentido. De locos que
han quedado atrapados en el tiempo, en un tiempo indeciso, perdido, sin lugar.
―Como salir de esta realidad de ciudad―.
Hoy camino por calles que me enseñaron juegos infantiles
como también el juego de la vida y a la vez un infinito sentido del horizonte…
un horizonte que hoy no sé donde está, pero que sin duda aparecerá tarde o temprano…
lo busco y, sé que está ahí, tras los
edificios, en algún lugar.
―En el asfalto muchos horizontes se pierden―.
He regresado a la orilla de las horas que permanecí en
silencio por otras que nacieron de la palabra. Las palabras que salieron de mí,
quedaron atrás, sin memoria… he regresado al mundo de los sentidos, de los
sonidos, de la música, de la regresión al pasado que siempre nos perturba en
sonidos de ciudad que ya no dicen nada, ―Tan solo memoria―…
Dentro de las inquietudes de viejos ideales que ya no son
ideas sino recuerdos… siempre recuerdos, siempre memoria inquieta que no cesa
de hacer ruido… se deben dejar los ruidos antes que ataquen, antes que alguien
los escuche realmente… esos sonidos que un día tomaron forma de pensamiento
definido… ya nada es igual, viejas heridas que nos hacen retroceder a lugares
perdidos en medio de la nada… en medio de los silencios que definieron la vida
eterna y ya no es vida, sino un lugar en un espacio inconcreto, opuesto a lo
que soñamos… , quedar en el olvido, solo eso, olvido.
Me pregunto por el estado de los principios que rigen el
mundo, donde queda la palabra, la visión de lo humano, donde la verdad de lo
real o la ficción... todo lo escrito queda en la memoria de quien lo escribió,
otros quedan en la poca memoria de la historia. Pero realmente sin nuestro
pensamiento solo nos quedan las verdades a medias de un mundo que se desinfla
en mentiras sin clasificar... todo cambia, tan solo es el principio de un cambio de
disfraces... de escenografías, de un guión establecido por unos locos que
ignoran el significado del ser, del humano... me pregunto si ser es posible, si
lo posible es tan solo un sentimiento.
Las cosas más pequeñas del mundo nos sorprenden a cada paso,
cada día de nuestra vida, y esto hace que lo posible si sea real, a pesar de no
ser lo que creíamos ser… a pesar de ser lo que si somos… ―parte del todo―…
parte de una comunidad que se expande y nos lleva más allá de lo soñado, de lo
que queremos para nuestro futuro. De todas formas el equilibrio se pierde al
tercer paso de una calle mojada, después sale luz de las paredes y reapareces
sentado en una silla sin respaldo… opuesta a las sillas que salen de la nada…
todas la formas de equilibrio conocidas quedan inquietas, sentenciadas al
olvido… expuesto a las sombras que resurgen desde la nada… desde el desequilibrio
de la soledad.
El deseo de lo perpetuo queda en nuestra existencia desde
que nacemos, otras nos quedamos sin esa vitalidad existencial expuesta a la
mirada de los otros que quedaron sentados en perpetuas siluetas de sal, en
equilibrios sin sentidos y difuminados en nombres lejanos, sentados en bancos
de parques creados para este fin… la inmovilidad.
Buscamos esa magia que nos saque de ser estatua de sal, y
persistir en la memoria del horizonte…?
Recorrer calles, avenidas, … rodeado de ruidos infernales en
busca del tren que sale temprano; salir de esta ciudad costará mucho más de lo
que pensaba… salir para encontrar el equilibrio con la naturaleza, con el agua,
con el cielo, con el aíre. Salir para sentir la vida, la esencia de lo que un
día fuimos, de lo que un día percibimos como parte de este mundo, parte del
universo, parte del todo… definitivamente
no se es de ciudad, realmente no se es de ningún lugar. ― se pertenece al mundo―
el mundo somos nosotros, nuestro
pensamiento, aunque las sillas a veces estén puestas a la inversa del escenario
de la vida.
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