El mar que soñamos
Te sorprendería, señor destino:
Las venas saltaron de la habitación, el agujero del techo se
hizo cada vez mayor, las paredes se estrecharon y, la luz dejó de alumbrar.
Cuando te fuiste todo quedó oscuro, las tinieblas me
aplastaron, las sombras permanecieron en mí como el alma bajo mi piel seca.
Las calles permanecieron desierta por más de un siglo; los
edificios se transformaron en grandes bosques de coníferas… los dinosaurios
volvieron de su extinción. Y yo aun permanecía a la espera de tú presencia.
Pero hoy, al salir, encontré que todo iba en dirección
opuesta. Que resurgían aquellas leyendas urbanas que siempre nos fascinaron, en
la que de pronto nos volvíamos protagonista; ―¿recuerdas?―
El paseo de hoy me recordó nuestros encuentros en la plaza…
incluso el aroma de la cafetería de la esquina, a la que íbamos cada tarde con
los hermanos de aquella novia tan extraña que te echaste… sí, la que decía que
subiría antes a los infiernos que estudiar empresariales… la que te decía al
oído que volvería por ti desde donde estuviese aun si estaba en
la Atlántida… ¿donde andará ahora?
¿Y tú? donde estarás, sé que andabas pintando paisajes en el
mundo de los sueños; el mundo que tu y yo imaginamos una vez y que luego hiciste
solo tuyo… sé que estas allí, en ese lugar sin nombre, gozando tu sola. No le
pusimos dirección, ni ciudad, ni país. Pero sabíamos que podría estar en
cualquier parte de este mundo o de cualquier otro, en algún lugar del espacio
tiempo, indefinido mundo, al que yo no logré alcanzar contigo. Me volví a
recoger mis bártulos y cuando regresé ya no estabas… te montantes en el tren
sin mi… y el que yo cogí nunca te alcanzó. Malditos bártulos, ¿porqué debemos
cargar con ellos? Y tú pensaste que yo no volvería. Te sentirías tan mal como
yo al descubrir que no estabas… supongo, hiciste bien, espero; mi vida ya no
fue igual nunca más… y supongo que la tuya tampoco.
Yo sigo en mi mundo, ese mundo que creé para aliviar tu
ausencia, esa ausencia que solo lleno imaginándote en nuestro mundo, te imagino
en él, sentada ante el mar, el mar que soñamos… y que está ahí, ante mí, pero
con tu ausencia.
Juan Manuel Álvarez Romero©
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