La gran tribu es visible, el sistema no.
Quiero la bella manzana perfecta/ ¿Qué
manzana? Una manzana que cabe en la palma de la mano/ ¿La que antes crecía en
el paraíso?/ Sigue estando allí. (Paul Clade, El zapato raso)
El sistema está
por encima de cualquier norma o legislación política y administrativa.
Trabaja
veinticuatro horas, sin fronteras, sin horarios.
Es independiente
de cualquier forma de territorio, de cualquier sistema económico, social, cultural
y democrático.
Posee la mano
que decide quien muere y quien no, quien trabaja y quien no, quien come y quien
no.
La injusta
división de las riquezas provoca que cada diez minutos muera una persona de
hambre directa o de sus consecuencias.
Que cada cinco
segundos muera un niño.
Que los pobres
sean cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos.
Fomenta el tuyo
y el mío.
La división de
clases.
Tampoco tiene un
rostro, lo que hace que sea más temible.
El sistema
monopoliza y destruye cualquier iniciativa colectiva.
Humaniza los
sistemas económicos destinados a las guerras y las barbaries.
Y podría seguir
enumerando definiciones sobre él, pero prefiero resumir y decir que mata, mata
las libertades, las luchas, el conocimiento, a niños y a un continente si es
preciso.
Hablar de los
actores que dan la cara, los políticos, es hablar de un espectáculo de marionetas.
Seria ingenuo pensar en que tienen el poder de dirigir o tomar decisiones. Tienen
el fin de distraer a la tribu, con problemas inventados, pensados para que la
tribu tenga miedo, se paralice, se duerma o mire para el sitio predispuesto con
efectos especiales incluidos “fuego real”
Los políticos
están con el poder, pero no lo dirige.
Hablar del
sistema es hablar de un discurso que no es nuevo y, no de las soluciones.
“El humanismo o cualquier escrúpulo
moral no es posible en un mundo en el que reina la avidez, el deseo de poder y
el cinismo más violento” Jean Zeigle
Para hablar de soluciones
está claro que hay que soñar, soñar con un porvenir, con nuevos valores e integrar
un sistema social nuevo. ¿En utopías?
Nadie habla de
cambiar la economía mundial de la guerra por una economía global de desarrollo.
Construir
nuestro propio pensamiento es una forma de luchar contra la manipulación y de cambiar
una realidad que nos muestran “quieren mostrarnos”
como única.
Los artículos
redactados y aprobados en la carta de las Naciones Unidas en 1948, que no es
poco tiempo, es un texto lleno de soluciones por la cual deberíamos comenzar y
tomarlos muy en serio, pues aún hoy no se a cumplido ninguno de los artículos expuesto
y redactados en ella como leyes y máximas a cumplir, como por ejemplo que en
1974 la cooperación internacional se comprometiera ayudar con el 0´7 por ciento
del producto interior bruto a erradicar la pobreza, la desigualdad y el hambre,
a esto no le cambiaria ni una coma; y a demás de estar aprobado y firmado por
todas las naciones, nadie se a acordado de llevar a la practica esta promesa
que a demás es ley ¿pero que ocurre? nadie mira este texto en serio siendo como
es un derecho y una obligación a cumplir por las mismas.
Para la tribu la
parte que necesita que se cumpla estos derechos es un espejote la ineficacia
que refleja el fracaso como colectivo, y nadie quiere mirar, ni escuchar, ni
reconocer como parte de la gran tribu.
Art. 1.- Todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como estás de razón y
consciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
¿Nosotros mismos
hemos caído en la desidia provocada por el mismo sistema para que nos cansemos
y digamos que todo es papel mojado?
Y mientras los reclamantes
son ignorados… nos convertimos todos, poco a poco en los siguientes “nadie” del sistema.
Apoyamos al
sistema con nuestro silencio. Le pedimos protección social, cultural, a la
educación, protección civil a cambio de nuestro silencio o de hacer la vista
gorda a todo lo que nos rodea. Esto que pedimos son derechos, y sin embargo
estamos pagando por ellos.
Nos dejamos
oprimir lentamente, dejando que asesinen los derechos sociales adquiridos
durante años y a costa de esfuerzos logrados durante décadas y generaciones de
muchos individuos, luchas de mejoras sociales y laborales conseguidas en su
mayoría con sangre y que ahora dejamos que nos las arrebaten…
Nos permitimos
mostrar nuestros miedos al sistema, miedo a sus propios matones mandados para
que la tribu se mantenga obediente; como por ejemplo, el miedo a perder el
trabajo, y peor aun, miedo a no encontrarlo. Dándole la posibilidad de usarlo
en nuestra contra arrebatando con ello la libertad del individuo a poder elegir
y dirigir su propia vida.
Queremos seguir
siendo los previlegiados de un sistema que se desborona con nosotros dentro. En
una economía estrictamente comercial en la que nosotros mismos somos
mercancías, y que por otro lado, estamos siendo lentamente y sigilosamente
expulsado a la cuneta como mercancía que ya no es necesaria.
En definitiva
hemos conseguido el no tener derechos para defendernos, dejando tan solo el
derecho a obedecer.
Juan Manuel
Álvarez Romero