lunes, 29 de septiembre de 2014







La mirada del otro.-

Me pregunto a diario en que consiste aquello que queda en la agonía de los estados, como pueden seguir en el mismo encuadre de mantenimiento de lo establecido y que sigamos con ello las mismas directrices sociales, derecha e izquierda, y que la única variante sea la extrema posición de ambas. Como es posible que aún surjan las ideas de siempre lo pasado es mejor… cosa que al levantarnos cada mañana hacemos, construir futuro y continuamente dejamos el pasado, —hecho—.

Me pregunto cada mañana como seguimos generando o participando del miedo creado, y del miedo a lo que se nos avecina sin tomar la decisión de decir — ¡basta de teatro, basta de falsa! —

Me pregunto cada mañana como escuchamos las mentiras que los actores representan en un esfuerzo por parecer que dicen la verdad. Y como intentamos hacer el esfuerzo de seguir creyendo en esas palabras que son escritas desde una mesa de hotel, sin sentir, por alguien que escribe guiones, que escribe para que otro diga y finja que cree en lo que dice, y de esa forma hacernos creer que podemos creer.

Cuando encuentro mis respuestas y miro hacía adelante y veo que el día está gris, que el sol se oculta tras las nubes, que la noche se aproxima sin previo aviso, que las miradas que se cruzan conmigo fingen ser o vienen de, sin un camino definido, con sombras en los ojos, con más preguntas que respuestas; vuelvo a preguntarme cada vez, porqué seguimos en la creencia de que los actores nos cuentan la verdad.

Cuando salgo y hablo con el mundo, éste me responden con más preguntas que respuestas y, siempre desde un miedo que induce a más dudas y a su vez a más miedo… muchos han escrito ya sobre la espiral, sobre la edad media… sobre todas las guerras, todos hemos visto también como la historia nos enseñó a ver el presente desde las referencias tanto escritas como transmitidas por generaciones y que avisaban de que el camino no era el correcto. Pero aún así hemos seguido permitiendo y conservando los valores que rigen el estamento social, desde sus directrices y fronterizaciones tanto físicas como sociales y, sin ningún tipo de pudor, sin miras al futuro,  — ¡vive el presente que el futuro dios dirá!, nos dicen— bajo ese criterio nos fuimos olvidando del futuro, que no es otro que el hoy.

Las libertades y derechos que se fueron creando a base de esfuerzos, sangre, sudor y de no pocas victimas, se desvanecen hoy.

Los delirios de poder se alzan con banderas claras de derrumbar en vez de construir. Cuando esto ocurre siempre hay quien viene a destruir los avances sociales que tanto cuestan.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Paseo de Otoño

Ha comenzado una fina lluvia, con diferentes tonos, con numerosas formas de nubes, que desde el sofá puedo ver como se transforman en miles de ideas, ideas en formas de rostros, de conexiones con los recuerdos que pasan ante estas imágenes y colores… haciendo de la imaginación un mundo lleno de nostalgias y maravillosos recuerdos… 

Con las primeras horas del día, pongo el café, organizo mi plan de trabajo, y me vuelvo a la cama. Espero un par de horas más para levantarme, después de reflexionar sobre lo que no quisiera hacer, sobre lo que no quiero para el día.

Después la ducha, los dientes… un repaso para la barba, y salgo fuera, como un loco… a ver que me encuentro en este día maravilloso, soleado de momento, pero amenazante de nubes que traen agua de seguro… decido no coger el paraguas, pero si ponerme mangas largas, el día anda fresco… recorro las mismas calles a diario, pero sin un sentido lógico… busco alguna cara conocida para  asegurarme una charla aunque sea momentánea en algún café… otras busco solo rostros para ver que me dicen…

Es curioso, hace tiempo memorizaba las matriculas de los coches como algo que no podía controlar. Ahora miro rostros… acuden a mi, no lo hago queriendo. Sospecho que son manías; costumbres absurdas que me persiguen desde siempre… como cuando era pequeño morderme la uñas.

Camino, sigo calle abajo, miro los escaparates de ropa como si realmente me interesaran, y la verdad es que me va haciendo falta comprarme alguna, aunque puedo esperar…

Continuo, la calle está empinada y voy en pendiente hacia abajo y, pienso como será subir después, y en mis pensamientos me digo que debo dejar de fumar.

Continuo, paso por la puerta de correos, entro, y me pongo en la cola, tengo el 86 y va por 58… el señor que va delante lleva un impermeable con olor a naftalina. Delante de él una joven preciosa que va en mangas cortas… contrastes.

Después al cabo de unos minutos le pido al señor de la gabardina con olor a naftalina que me guarde el sitio, que salgo a fumarme un cigarrillo y tardo unos minutos… miradas.

La joven me mira de reojo, como a un bicho raro, será por lo de fumar… espero, de todas formas me da igual, no pensaba en ella cuando llegué, y no creo que piense después… salgo.

Fuera hace frío, pero no frío de invierno crudo, es por el contraste entre el adentro y el afuera… pienso.
Cuando termino mi cigarrillo entro y busco al señor de la gabardina, no está… la joven me mira y dice que se marchó al servicio.

Me mira de arriba abajo, como oliéndome, después se vuelve y me ignora… me remango, y miro al techo abovedado con una enorme lámpara en el centro imitando a una araña de cristal… posiblemente por su antigüedad sea de bohemia auténtica… pero prosigo con la mirada hacia el techo y mi escrutinio de observador, entre arcada y arcada de la bóveda hay unas ventanitas por donde entra toda la luz existente en el salón donde esperamos, entro, cierro los ojos para fijar mejor la vista,  la luz me ciega en parte… el sol casi está tapado por las nubes, aún da fuerte…  quizás sea parte del efecto deseado… ―no mires al techo, me decía el profesor cuando era pequeño―, mientras me daba con la regleta en la frente… después iba con la marca a casa y comenzaba a explicar lo ocurrido… el profesor debía tener razón, un profesor no pega a sí porque si, decía mi madre y después mi padre… y todo eso después de haber pasado por el calvario de risas de mis compañeros de clase en el recreo y en la calle… decido mirar al frente para descubrir que el señor de gabardina con olor a naftalina estaba ya en su sitio…

Llevo casi una hora en esta maldita cola. En la ventanilla parece que todo el mundo tiene problemas para recoger sus paquetes o cartas… me duelen las piernas, debí coger el paraguas, ahora me serviría de bastón, eso o busco un asiento, ―miro―. Sí, veo un asiento libre, le indico al señor de la gabardina con olor a naftalina que quiero sentarme… todo con gestos, y con gestos de las cejas el señor de la gabardina con olor a naftalina me indica que de acuerdo… me marcho en busca del asiento…me siento.

Me hundo en el asiento de goma espuma y skay… respiro aliviado. La joven vuelve a mirarme como un bicho raro… le hago un gesto de alivio y se vuelve hacia otro lado…  Me miro las manos. No se en qué pensar… miro de nuevo a la ventanilla… una señora muy gorda está apoyada con cara de no muchos amigos en el mostrador de recogidas… mira al señor que está detrás del mostrador con cara de acecina… el señor que está detrás del mostrador solo mira la pantalla del ordenador… sonrío e imagino que está jugando a algún juego, mientras nosotros los mortales estamos aquí, perdiendo nuestra mañana… nadie dice nada, todo el mundo calla, nadie habla con nadie, todos venimos solos, y solos nos iremos, ―pienso―.

Esto es una locura, me duele el culo de estar sentado, el asiento se hundió tanto que llegó hasta las traviesas…   ahora casi no puedo levantarme, necesito un apoyo para salir de aquí… una mano amiga, mis piernas están débiles, la edad quizás, no se.

Miro al señor de gabardina con olor a naftalina, con la mirada le explico la situación… él me mira, la joven me mira, ellos entre sí se miran, y de pronto surge una gran carcajada general, no solo de mis predecesores… no, sino de toda la sala, la señora gruesa incluida. Incluso el señor del ordenador detrás del mostrador se incorpora para mirar con la cabeza fuera de la ventanilla… La señora apoya sus manos sobre las rodillas y suelta unas carcajadas tan sonoras que siento temblar el suelo bajo mis pies, que el asiento se trasporta por el suelo esmeradamente pulido de mármol. De pronto recuerdo la regleta del profesor en la frente. Las risas de mis compañeros de clase, las explicaciones de mis padres… todas las humillaciones de mi vida pasan por mi cabeza.
Inclino mi cabeza avergonzado, después ante tantas risas mis nervios se alteran y de un salto salgo de aquella engorrosa situación. De pronto todos callan y miran hacia otro lado. Dejo de existir… Vuelvo a mi sitio con toda la dignidad posible, pero rojo como un tomate, me arde la cara. El señor de la gabardina con olor a naftalina me mira con cara de comprensión… y rápidamente se gira hacia la joven que sigue mirándome como diciendo, ¿ves, si no fumaras?... y de inmediato se gira hacia adelante.

No me percaté de los señores que estaban delante de la joven, parecía un matrimonio, al menos sus miradas de complicidad les delataba, o delataba una relación intima… eso se nota.

Después de varias horas; ―pudieron ser tres―, llegué a la ventanilla, al fin tenía delante al delincuente oficinista, dudaba si en la pantalla tenía lo que realmente parecía o simulaba tener, o quizás fuese un juego… no sé, en esos momentos me daba igual… solo quería resolver para salir cuanto antes de allí…

Con cara de estúpido me preguntó que era lo que me traía por aquellos lugares… con párpados caídos, intentando transmitir calma, cuando en su mundo interior debía ocurrir cosas espantosas, ―pensé―, en su boca caída se notaban manchas blancas de saliva, eso lleva a que tomaba tranquilizantes… es una huella indudable de ello, conozco esos síntomas.

La nariz roja de bebedor solitario…venas rojas en el interior de sus ojos, avisaban de su mala salud… no le dije nada, y menos cuando observé que realmente el no me miró, él miraba a la lámpara siempre que me preguntaba ― bueno las dos veces―, una cuando llegué y la otra cuando le entregué el papel de recogida postal… una vez realizado esto, ya no volvió a preguntarme nada, se limitó a mirar la pantalla, pasar el código de barras por la franja de luz roja y teclear no se qué… que le llevó tanto rato que mis piernas comenzaron a flaquear ante aquella odiada ventanilla y, aquel odiado funcionario.

Cuando al fin logré salir de aquél lugar ya tomé la decisión de evitarlo lo más posible; no más cartas certificadas, no más compras por correos, no más correos que tenga que recoger o enviar...punto.

La vuelta a casa fue sin embargo fue  placentera,  tranquila, sin ningún contratiempo… caminé despacio, respirando hondo, hasta llegar al mismo lugar de partida, mi hogar. Hice café, me senté puse a Chuck Berry “Live at the Roxy” y aspiré un maravilloso cigarrillo, mientras colocaba mis pies en alto.













TUS PALABRAS














TUS PALABRAS

Sabes que sin tu blancura, no existiría el negro que describe sobre tú piel las más hermosas palabras.
Sabes como atraparme en mi silla sin darme otra opción.
Sabes que tus palabras calman mi alma.
Sabes que sin tus palabras no suelo dormir.
Sabes que sin tú mirada no surco las estrellas.
Sabes que sin tus besos y susurros las palabras me olvidan.
Sabes de mi pulso latente sobre tu  piel.
Sabes de mi sudor.
Sabes de mis llantos y alegrías.
Sabes que sin tus alas no puedo volar.
Juan Manuel Álvarez Romero © 2011












Solo ante la ventana te veo pasar…
Tú nunca miras, ni notas mi presencia
Yo observo a los niños jugar en el parque
Tú caminas alrededor
Las palomas te sobrevuelan la cabeza…
Te sientas en un banco, solo…
Miras como lo hago yo, pero sin ser visto
Ves pasar a tus vecinos que te saludan con la mirada
Decides comprar el periódico…
Vuelves a tú asiento
Vuelves a mirar
Yo desde mi ventana observo sin ser visto

La ausencia de tu paisaje.-








La ausencia de tu paisaje.-


No logro llenar el vacío que quedó tras tú partida
Te fuiste; te quedaste
Tu luz aún perdura, tu risa aun suena
Aun siento tu mano junto a la mía
Aun escucho tu caminar junto al mío
Aun siento como respiras
***

La ausencia de tu paisaje me evoca añoranzas 
La ausencia de tus ojos me deja sin paisajes 
La ausencia de tu sonrisa, 
me deja sin horizonte que perseguir
La ausencia de tú cabello,
Me deja sin el aroma a rocío
La ausencia de de tu voz
Me deja sin música el alma.
La ausencia de tú aíre
Me deja vacío
Sin sonidos
Sin horizontes
Sin paisajes
Sin vida

Juan Manuel Álvarez Romero©2013
A MÁLAGA

Abrazos de algodón






Cuando un nómada se para
cuando los pies se cansan
la huella desaparece 

Las colinas dejan de mirar
los valles dejan de manar agua
los cielos se oscurecen

Cuando un nómada deja de caminar
los anhelos tornan en pesadillas
y las calles quedan vacías

Las luces del alba dejan de tener color
los silencios taponan sus oídos
las voces retornan


Huye de los otros
y los otros de el
la noche le persigue

Solo la música puede calmar su alma
solo el amor le deja echar raíces
abrazado entre brazos de algodón

Bajo cielos de estrellas
de mar infinito
 abrazos de algodón


viernes, 26 de septiembre de 2014

Marea blanca





Marea blanca


Espejo roto, marea luminosa
Marea blanca

Movimiento que intuye tu respirar
Tus gemidos de silencios

Trasteros de recuerdos
Sombras en tus ojos

Lluvia de Otoño
Olor a tierra seca mojada

El sonido de pájaros
Gaviotas blancas

Como alumbras la esperanza
Como el humo que cubre el valle

Bajito movimiento
De soledades ajenas

Más cristales que reflejan
Un delante de pasos firmes

Sin sombras en la mirada
Sin aullidos de silencios

Otoño de vida
Otoño de mar

Juan Manuel Álvarez Romero©