Juan Manuel Álvarez Romero© 2012
Como pájaro de papel.-
Nómada
Hoy como siempre, me levanto tarde, el
peluquero sigue recortando, la nevera sigue igual, el autobús se
escapa, el mundo se queda del mismo modo, la humanidad se transforma en
algo que deja sin respiración... las sonrisas de venden, el hambre se compra,
la libertad se queda apartada para otro momento... las calles se llenan de
turistas que miran y miran y nadie se queda.
Hoy como siempre el paseo
se queda en un sueño, y los sueños siguen su camino. Porque son los únicos que
no se deben cambiar, son los que nos salvan, nos hacen sentir que
seguimos en el camino… vivos… hoy más que ningún día del año, se siente el
impulso de seguir caminando, de no mirar hacia atrás, hoy como siempre
nada es igual.
Como en esos sueños, que no recuerdas bien al día siguiente,
los que te hacen sentir con ganas de seguir durmiendo para poder proseguir,
para retomar el hilo del mismo.
Me desperté con esa sensación de no poder
terminar un dulce sueño en el que no existían
las palabras, solo música, sonidos de agua, tierra y mar… donde todo se
transformaba en bellas palabras, de esperanzas y sueños, sonidos hermosos y
maravillosos que cubrían el cielo con aíres de libertad, de esperanzas, de
igualdad.
Al poner los pies en el suelo, estos se hundieron en un
lecho de barro frio; en ese momento el cuerpo reaccionó y, despertó todos mis
sentidos, me olvidé de la necesidad de buscar un café, olvidé de pronto donde
estaba. Mi mente se perdió en un estado de confusión y de perplejidad al no
saber muy bien que era aquello.
Aún sentado en la cama, miré a mí alrededor, buscando una
explicación, buscando la realidad que la noche antes abandoné. Ahora solo podía
percibir el frio lecho de barro, mi cuerpo se paralizó, como también mis
sentidos, mis horas preestablecidas, mi rutina no estaba en lo normal.
Intenté ponerme de pie, pero un tronco inmenso me golpeo en
la frente, esto hizo que me volviera a sentar de nuevo en lo que antes era mi
cama y ahora una piedra fría.
El barro se convirtió de pronto en agua, y los peces me
daban en los pies pequeños bocaditos. Los pájaros se adentraron en la habitación y
las ramas de inmensos árboles lo
invadieron todo, los sonidos de un maravilloso bosque se adentró en mis
sentidos; en mi entorno todo era paz y tranquilidad. Poco después conseguí
reaccionar, cuando el agua ya llegaba a mis rodillas, y los muebles comenzaron
a flotar por la habitación…
Las paredes dejaron de existir, y a su
vez se transformaron en troncos; entre
ellos resplandecía un radiante sol… Fue cuando percibí sombras que aparecían y
desaparecían… lo mismo era de día que de
noche, lo mismo corría el aíre, como se apaciguaba en un estado de calor húmedo
y sofocante…
Caminé por aquél río de sueños hasta llegar a un claro del
bosque ancho y extenso, donde la luz lo invadía todo… donde no era posible
divisar con claridad todo lo que me rodeaba. Pero sin duda los bosques ya no
estaban, el rio se convirtió en asfalto, un semáforo rojo me advertía que
estaba en un atasco y en medio de la ciudad…
de pronto las sirenas de las ambulancias me sacaron de esta ilusión
matinal, y antes de llegar a ningún lugar, pude comprobar que la ciudad ya no
era la misma… que sin duda no estaba en
mi habitación… como un pájaro de papel, me quedo sin alma ante tanto hormigón.
Juan Manuel Álvarez Romero© 2012