lunes, 11 de abril de 2011

EL CAMINO DE LOS SIGNOS: PODER Y MIEDO





En este capitulo, se pretende desarrollar lo ya expuesto en los artículos anteriores y, comenzar por el tejido de los signos construidos alrededor del miedo, y los códigos que se tejen desde el universo productor de signos y sus respectivas cargas significativas que hemos llamado “sistema” este y sus respectivos discursos de moldura, sus posibilidades de poder.
También decir que este proyecto se ha convertido en un trabajo de equipo, con Vanessa Torres Mayorga, Antropóloga y escritora, y Juan Manuel Álvarez Romero, creativo multidisciplinar, como proyecto de publicación con el contenido final del desarrollo del mismo en un volumen, cuando demos por terminada la exposición en estos diversos artículos que Debate Press está publicando cada lunes. En la sección “Diario de la tribu”

Es claro que hombres y mujeres nos hacemos más maleables, más vulnerables cuando se nos impone el miedo, y sin embargo
¿Es este unilateral, o la carga significativa que posee tan solo afecta en una dirección?
¿Es decir es tan solo el que genera el terror un ente programador que no se ve afectado por la tortura que genera?
Cuando el prestidigitador “el sistema” hace lo improbable, atrapa nuestra atención, provoca una cadena de sensaciones, razonamientos, conclusiones, versiones de la realidad, en ese momento un truco está a punto de tener efecto.
Como ejemplo, a diario existe un efecto de ilusión frente a los simulacros a través de los que vivimos una experiencia de la realidad, y sobre ella juzgamos el mundo aparente afuera, codificando nuestro mundo interno, para responder justamente a eso, la respuesta admirativa ante los ojos del ilusionista, que continua su show mientras únicamente nuestros ojos y nuestro corazón lo siguen de manera espasmódica.

Como un ejemplo no muy lejano, cuando el ex presidente norteamericano George W Bush argumentaba la invasión a Irak por estar en riesgo la seguridad mundial, ya que estaba infectada de armas de destrucción masiva, tele comando una invasión, desde una aparente historia relacionada con el ataque aéreo sufrido en el 2001, apareció una historia que de la nada reunió hechos, pueblos, sucesos, que aun hoy son discordantes, y que al final era solo una forma de justificar una masacre humana y cultural, el ritual de ejercicio de la fuerza y el control, y pospuesto el interés en el sentido productivo que se le puede dar a una región que aún hoy 10 años después persiste. Allí lo formal cobra vida, nos dice que en el orden discursivo el prestidigitador hace gala de su arte, desde allí es desde donde actúa con más fuerza su poder.

En la foto que fue publicada semanas anteriores que muestra como un sanador hindú pisa a un niño pequeño, mientras que a pie de foto se lee “un radical religioso pisotea y mata a un niño de otra religión” aparece otro claro ejemplo del juego, el engaño no es solo esto, es el arma que provoca justamente en las mentes de quienes condenan el hecho la presencia de la misma actitud, el desaforado miedo al otro, al diferente, al que esta fuera del universo de código de la verdad que me han creado. Es algo obvio que somos conscientes, pero solo actúa realmente la consciencia al ir mas allá del truco, al meterse en sus entrañas.

Todo lo que se ve sin entender, todos los hechos sin análisis, todo un mundo que no es territorio y que producto del vacio no deja mas remedio que encoger los hombros y decirnos “que mierda de mundo” y acabar olvidando que la esencia del mensaje era esa la aparente mentira, o aparente verdad con la respuesta de la impotencia, y todo esto sucede tan solo segundos antes de abstraerse nuevamente en la relación mágica producción-consumo; y que sin embargo se vuelve al estado de aparente normalidad con una idea de mundo en el que desastre e impotencia es seguridad y bienestar son inamovibles, hechos naturales que no permiten desempañar la cortina de humo de la que hacemos parte indiscutible. El miedo.

El miedo emerge de la fluctuación de códigos y símbolos que son verdades para quienes los ejercen y pesadilla para quienes los resisten, emerge de la fluctuación de imágenes que concentran modelos de felicidad, de tranquilidad y de seguridad, todo este significado de felicidad que contrasta diariamente con los ojos anonadados del mundo entero que frente a las pantallas asume hacer presencia constante tanto de las mayores catástrofes, como de los paraísos artificiales, que derivan del control de los universos salvajes que aun quedan por domesticar, de los salvajismos humanos que hace falta terminar de erradicar, de los estándares productivos que hacen sonreír al cierre del día de la bolsa, o las sonrisas de aluminio que proyecta el panteón de los dioses comerciales de turno….
Todo igualmente terrorífico por contraposición a la vida y cotidianidad de nosotros sujetos promedio que no entendemos aun porque debe existir la tal bolsa, que intenta sacar adelante la cabeza en su constante tortura de sobrevivencia y que desea desesperadamente esa aventura salvaje y/o a la mujer de su prójimo (que a la sazón seria el actor o cantante de turno) o simplemente se encuentra en esa tensión constante de verse desprotegido en un mundo inundado de entes aun no controlados, de ataques que podría recibir, de robos, asesinatos y muertes que inundan su universo privado cada día desde el aparato-espejo-simulador que le demarca su razonamiento diario.
La relación de los mismos códigos del miedo con “el sistema” se articulan a una verdad que fabrica entes para sostenerla, porque es justamente la verdad del torturador aun la más dura, es un gusano que le come la conciencia, que modela sus sentidos, emociones, su humanidad, que poco a poco lo va diseñando marioneta de los intereses que no son los suyos. Este, el sujeto ejemplar, que como nadie puede ser encargado de cuidar y proteger el imperio del orden, la tranquilidad de producir y consumir en armonía, no se ha visto jamás como el mayor de los esclavos, el preso vigilante de la prisión que lleva mas años dentro de ella que muchos de los proscritos con las más altas condenas, aquel a quien no está permitido ningún brote que venga de si mismo, fuera del código seguro de la libertad que defiende. El problema no es solo el, es la cadena a su alrededor cuando poco a poco otros antojados de su felicidad, se asimilan a su código, lo consideran justificable, lo usan como traje cotidiano dándole justificación a su vida a ese prestigio triste, al final el más caro de llevar...

Se dibuja ante nosotros nuestra época, encerrada en el marco prodigioso de signos y los que de ellos emerge como un universo de posibilidades que para muchos son simples ilusiones de los juegos de simulacro y para otros la daga que atraviesa sus vidas, sin que sea comprendido que mas allá de entender el simulacro, a esa la película que hace reír o llorar no se le puntualizan sus consecuencias, esas que justifican el videoclip de la seguridad por la que se paga cada día y se justifican las nuevas colonizaciones, desde donde se tele-comandan de manera siniestra las resistencias y ese no detenerse en lo urgente, que al final seria ese ir mas allá, eso que abarca las necesidades reales de las gentes y sus pueblos, que se diluye todos los días entre la ceguera general.
Juan Manuel Álvarez Romero; Escritor y creativo multidisciplinar
Vanessa Torres Mayorga; Antropóloga y escritora

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