jueves, 6 de septiembre de 2012

La nuez.-


NÓMADAS.-
La nuez.-  
Cuentos breves 

Una nuez fue a darte en la frente cuando dormías bajo aquel inmenso nogal; posiblemente centenario, alto, robusto, casi que tocaba el cielo.
Aún no sabes como terminaste ahí, pero dormías profundamente bajo el centenario árbol, en un día de calor extremo. No despertaste del todo hasta la tercera nuez, que fue la que provocó que maldijeses aquel maravilloso lugar. El sol aún estaba alto, muy alto, sobre tú cabeza. Te salvaba de él la sombra del nogal.
Mientras te despabilabas observaste que estabas junto a un bosque frondoso, fresco y húmedo, incluso que cerca corría un arroyo de agua dulce que no tardaste en localizar y llegar hasta el. De pronto sentiste una gran paz y protección, pero a la vez estabas asustado y perdido. No sabías como habías llegado allí.
Después de zambullirte en el arroyo, y refrescarte de aquella humedad pegajosa que provoca el calor en estas zonas boscosas y en la que aún no sabías ubicarte, ―mucho menos ubicarla ―, volviste al lugar donde te despertó la nuez, la primera nuez. La confusión no tardó en llegar, tus ideas sobre ti mismo te estaban haciendo sentir mal. ―Otra nuez más te dio en la cabeza―.
Observaste que era una ardilla la que te lanzaba desde lo alto del nogal una nuez tras otra, te decía a su manera que estabas invadiendo su territorio y que te largases, llegaste incluso a verle el entre cejo malhumorado. Pero estabas tan confundido que solo supiste sacarle el puño en señal de protesta.
Comenzaste a observar el lugar, entre preguntas de quién eras y que hacías allí. Aun así, el lugar te estaba llenando de una sensación maravillosa, de paz y, no sabías el porqué. ―Daba igual―.
Caminaste durante horas alejándote cada vez más del nogal bajo el que despertaste, ―y del que traías un buen chichón en la frente―, caminabas sin rumbo, te buscabas a ti mismo al tiempo que la salida de aquél lugar en el que de pronto te descubriste. El lugar es hermoso, te decías una y otra vez, este lugar es mágico, y así con estos pensamientos y bienestar físico percibiste que el sol desaparecía a tu espalda, entre los troncos de los nogales que nunca terminaban, y que cada vez era más espeso el entramado de árboles que se mezclaban ya con especies como castaños, álamos y otras como las robinias y arbustos. Comías inconscientemente una nuez tras otra, te agachabas tan solo y tenías varias, sin esforzarte, las partías golpeándolas una contra otra entre tus manos, y todo esto con la mirada perdida en un horizonte que aun no aparecía y que cada vez estaba más oscuro. Estabas dejando atrás el sol, tanto que se convirtió en un puntito.
Encontraste un camino, un sendero, posiblemente hecho y trazado por el pasar de algún ciervo o jabalí. Decidiste seguirlo a pesar de no saber de donde venias ni a donde ibas, seguro que algún lugar llevaría. Pensaste y sentiste la angustia de no saber tú nombre, te mirabas una y otra vez tus manos, tus pies, incluso tú ropa sucia y rota.
El silencio te acompañó y persistió todo el tiempo, tan solo las lechuzas rompían la monotonía de este, ya no podías ver, te abrazabas a cada árbol como si en ello te fuera la vida. En la oscuridad resaltó el blanco de tus ojos, y el sonido de tus pasos sobre la maleza y madera seca comenzó a predominar. Ya no sabías realmente ni que eras.
Comenzaste a pensar que eras parte del suelo, te sentías pegado a él; de pronto tus manos se quedaron pegadas a aquel tronco grueso y viejo al que finalmente te abrazaste, tus pies se pararon de tal forma que realmente te quedaste pegado a la maleza del suelo. Te hundías en este suelo, en esta materia orgánica que se descomponía lentamente. Sentiste como el olor a humus invadía tú cuerpo. Ya no podías tener referencias visuales identificables, reconocibles por el instinto que te llevó hasta este punto.
...Hoy eres una nuez, en una bolsa de supermercado.

Juan Manuel Álvarez Romero.- ®2011 Cuentos breves

No hay comentarios:

Publicar un comentario