domingo, 28 de septiembre de 2014

Paseo de Otoño

Ha comenzado una fina lluvia, con diferentes tonos, con numerosas formas de nubes, que desde el sofá puedo ver como se transforman en miles de ideas, ideas en formas de rostros, de conexiones con los recuerdos que pasan ante estas imágenes y colores… haciendo de la imaginación un mundo lleno de nostalgias y maravillosos recuerdos… 

Con las primeras horas del día, pongo el café, organizo mi plan de trabajo, y me vuelvo a la cama. Espero un par de horas más para levantarme, después de reflexionar sobre lo que no quisiera hacer, sobre lo que no quiero para el día.

Después la ducha, los dientes… un repaso para la barba, y salgo fuera, como un loco… a ver que me encuentro en este día maravilloso, soleado de momento, pero amenazante de nubes que traen agua de seguro… decido no coger el paraguas, pero si ponerme mangas largas, el día anda fresco… recorro las mismas calles a diario, pero sin un sentido lógico… busco alguna cara conocida para  asegurarme una charla aunque sea momentánea en algún café… otras busco solo rostros para ver que me dicen…

Es curioso, hace tiempo memorizaba las matriculas de los coches como algo que no podía controlar. Ahora miro rostros… acuden a mi, no lo hago queriendo. Sospecho que son manías; costumbres absurdas que me persiguen desde siempre… como cuando era pequeño morderme la uñas.

Camino, sigo calle abajo, miro los escaparates de ropa como si realmente me interesaran, y la verdad es que me va haciendo falta comprarme alguna, aunque puedo esperar…

Continuo, la calle está empinada y voy en pendiente hacia abajo y, pienso como será subir después, y en mis pensamientos me digo que debo dejar de fumar.

Continuo, paso por la puerta de correos, entro, y me pongo en la cola, tengo el 86 y va por 58… el señor que va delante lleva un impermeable con olor a naftalina. Delante de él una joven preciosa que va en mangas cortas… contrastes.

Después al cabo de unos minutos le pido al señor de la gabardina con olor a naftalina que me guarde el sitio, que salgo a fumarme un cigarrillo y tardo unos minutos… miradas.

La joven me mira de reojo, como a un bicho raro, será por lo de fumar… espero, de todas formas me da igual, no pensaba en ella cuando llegué, y no creo que piense después… salgo.

Fuera hace frío, pero no frío de invierno crudo, es por el contraste entre el adentro y el afuera… pienso.
Cuando termino mi cigarrillo entro y busco al señor de la gabardina, no está… la joven me mira y dice que se marchó al servicio.

Me mira de arriba abajo, como oliéndome, después se vuelve y me ignora… me remango, y miro al techo abovedado con una enorme lámpara en el centro imitando a una araña de cristal… posiblemente por su antigüedad sea de bohemia auténtica… pero prosigo con la mirada hacia el techo y mi escrutinio de observador, entre arcada y arcada de la bóveda hay unas ventanitas por donde entra toda la luz existente en el salón donde esperamos, entro, cierro los ojos para fijar mejor la vista,  la luz me ciega en parte… el sol casi está tapado por las nubes, aún da fuerte…  quizás sea parte del efecto deseado… ―no mires al techo, me decía el profesor cuando era pequeño―, mientras me daba con la regleta en la frente… después iba con la marca a casa y comenzaba a explicar lo ocurrido… el profesor debía tener razón, un profesor no pega a sí porque si, decía mi madre y después mi padre… y todo eso después de haber pasado por el calvario de risas de mis compañeros de clase en el recreo y en la calle… decido mirar al frente para descubrir que el señor de gabardina con olor a naftalina estaba ya en su sitio…

Llevo casi una hora en esta maldita cola. En la ventanilla parece que todo el mundo tiene problemas para recoger sus paquetes o cartas… me duelen las piernas, debí coger el paraguas, ahora me serviría de bastón, eso o busco un asiento, ―miro―. Sí, veo un asiento libre, le indico al señor de la gabardina con olor a naftalina que quiero sentarme… todo con gestos, y con gestos de las cejas el señor de la gabardina con olor a naftalina me indica que de acuerdo… me marcho en busca del asiento…me siento.

Me hundo en el asiento de goma espuma y skay… respiro aliviado. La joven vuelve a mirarme como un bicho raro… le hago un gesto de alivio y se vuelve hacia otro lado…  Me miro las manos. No se en qué pensar… miro de nuevo a la ventanilla… una señora muy gorda está apoyada con cara de no muchos amigos en el mostrador de recogidas… mira al señor que está detrás del mostrador con cara de acecina… el señor que está detrás del mostrador solo mira la pantalla del ordenador… sonrío e imagino que está jugando a algún juego, mientras nosotros los mortales estamos aquí, perdiendo nuestra mañana… nadie dice nada, todo el mundo calla, nadie habla con nadie, todos venimos solos, y solos nos iremos, ―pienso―.

Esto es una locura, me duele el culo de estar sentado, el asiento se hundió tanto que llegó hasta las traviesas…   ahora casi no puedo levantarme, necesito un apoyo para salir de aquí… una mano amiga, mis piernas están débiles, la edad quizás, no se.

Miro al señor de gabardina con olor a naftalina, con la mirada le explico la situación… él me mira, la joven me mira, ellos entre sí se miran, y de pronto surge una gran carcajada general, no solo de mis predecesores… no, sino de toda la sala, la señora gruesa incluida. Incluso el señor del ordenador detrás del mostrador se incorpora para mirar con la cabeza fuera de la ventanilla… La señora apoya sus manos sobre las rodillas y suelta unas carcajadas tan sonoras que siento temblar el suelo bajo mis pies, que el asiento se trasporta por el suelo esmeradamente pulido de mármol. De pronto recuerdo la regleta del profesor en la frente. Las risas de mis compañeros de clase, las explicaciones de mis padres… todas las humillaciones de mi vida pasan por mi cabeza.
Inclino mi cabeza avergonzado, después ante tantas risas mis nervios se alteran y de un salto salgo de aquella engorrosa situación. De pronto todos callan y miran hacia otro lado. Dejo de existir… Vuelvo a mi sitio con toda la dignidad posible, pero rojo como un tomate, me arde la cara. El señor de la gabardina con olor a naftalina me mira con cara de comprensión… y rápidamente se gira hacia la joven que sigue mirándome como diciendo, ¿ves, si no fumaras?... y de inmediato se gira hacia adelante.

No me percaté de los señores que estaban delante de la joven, parecía un matrimonio, al menos sus miradas de complicidad les delataba, o delataba una relación intima… eso se nota.

Después de varias horas; ―pudieron ser tres―, llegué a la ventanilla, al fin tenía delante al delincuente oficinista, dudaba si en la pantalla tenía lo que realmente parecía o simulaba tener, o quizás fuese un juego… no sé, en esos momentos me daba igual… solo quería resolver para salir cuanto antes de allí…

Con cara de estúpido me preguntó que era lo que me traía por aquellos lugares… con párpados caídos, intentando transmitir calma, cuando en su mundo interior debía ocurrir cosas espantosas, ―pensé―, en su boca caída se notaban manchas blancas de saliva, eso lleva a que tomaba tranquilizantes… es una huella indudable de ello, conozco esos síntomas.

La nariz roja de bebedor solitario…venas rojas en el interior de sus ojos, avisaban de su mala salud… no le dije nada, y menos cuando observé que realmente el no me miró, él miraba a la lámpara siempre que me preguntaba ― bueno las dos veces―, una cuando llegué y la otra cuando le entregué el papel de recogida postal… una vez realizado esto, ya no volvió a preguntarme nada, se limitó a mirar la pantalla, pasar el código de barras por la franja de luz roja y teclear no se qué… que le llevó tanto rato que mis piernas comenzaron a flaquear ante aquella odiada ventanilla y, aquel odiado funcionario.

Cuando al fin logré salir de aquél lugar ya tomé la decisión de evitarlo lo más posible; no más cartas certificadas, no más compras por correos, no más correos que tenga que recoger o enviar...punto.

La vuelta a casa fue sin embargo fue  placentera,  tranquila, sin ningún contratiempo… caminé despacio, respirando hondo, hasta llegar al mismo lugar de partida, mi hogar. Hice café, me senté puse a Chuck Berry “Live at the Roxy” y aspiré un maravilloso cigarrillo, mientras colocaba mis pies en alto.













TUS PALABRAS














TUS PALABRAS

Sabes que sin tu blancura, no existiría el negro que describe sobre tú piel las más hermosas palabras.
Sabes como atraparme en mi silla sin darme otra opción.
Sabes que tus palabras calman mi alma.
Sabes que sin tus palabras no suelo dormir.
Sabes que sin tú mirada no surco las estrellas.
Sabes que sin tus besos y susurros las palabras me olvidan.
Sabes de mi pulso latente sobre tu  piel.
Sabes de mi sudor.
Sabes de mis llantos y alegrías.
Sabes que sin tus alas no puedo volar.
Juan Manuel Álvarez Romero © 2011












Solo ante la ventana te veo pasar…
Tú nunca miras, ni notas mi presencia
Yo observo a los niños jugar en el parque
Tú caminas alrededor
Las palomas te sobrevuelan la cabeza…
Te sientas en un banco, solo…
Miras como lo hago yo, pero sin ser visto
Ves pasar a tus vecinos que te saludan con la mirada
Decides comprar el periódico…
Vuelves a tú asiento
Vuelves a mirar
Yo desde mi ventana observo sin ser visto

La ausencia de tu paisaje.-








La ausencia de tu paisaje.-


No logro llenar el vacío que quedó tras tú partida
Te fuiste; te quedaste
Tu luz aún perdura, tu risa aun suena
Aun siento tu mano junto a la mía
Aun escucho tu caminar junto al mío
Aun siento como respiras
***

La ausencia de tu paisaje me evoca añoranzas 
La ausencia de tus ojos me deja sin paisajes 
La ausencia de tu sonrisa, 
me deja sin horizonte que perseguir
La ausencia de tú cabello,
Me deja sin el aroma a rocío
La ausencia de de tu voz
Me deja sin música el alma.
La ausencia de tú aíre
Me deja vacío
Sin sonidos
Sin horizontes
Sin paisajes
Sin vida

Juan Manuel Álvarez Romero©2013
A MÁLAGA

Abrazos de algodón






Cuando un nómada se para
cuando los pies se cansan
la huella desaparece 

Las colinas dejan de mirar
los valles dejan de manar agua
los cielos se oscurecen

Cuando un nómada deja de caminar
los anhelos tornan en pesadillas
y las calles quedan vacías

Las luces del alba dejan de tener color
los silencios taponan sus oídos
las voces retornan


Huye de los otros
y los otros de el
la noche le persigue

Solo la música puede calmar su alma
solo el amor le deja echar raíces
abrazado entre brazos de algodón

Bajo cielos de estrellas
de mar infinito
 abrazos de algodón


viernes, 26 de septiembre de 2014

Marea blanca





Marea blanca


Espejo roto, marea luminosa
Marea blanca

Movimiento que intuye tu respirar
Tus gemidos de silencios

Trasteros de recuerdos
Sombras en tus ojos

Lluvia de Otoño
Olor a tierra seca mojada

El sonido de pájaros
Gaviotas blancas

Como alumbras la esperanza
Como el humo que cubre el valle

Bajito movimiento
De soledades ajenas

Más cristales que reflejan
Un delante de pasos firmes

Sin sombras en la mirada
Sin aullidos de silencios

Otoño de vida
Otoño de mar

Juan Manuel Álvarez Romero©







jueves, 25 de septiembre de 2014

El mar que soñamos










El mar que soñamos

Te sorprendería, señor destino:

Las venas saltaron de la habitación, el agujero del techo se hizo cada vez mayor, las paredes se estrecharon y, la luz dejó de alumbrar.

Cuando te fuiste todo quedó oscuro, las tinieblas me aplastaron, las sombras permanecieron en mí como el alma bajo mi piel seca.

Las calles permanecieron desierta por más de un siglo; los edificios se transformaron en grandes bosques de coníferas… los dinosaurios volvieron de su extinción. Y yo aun permanecía a la espera de tú presencia.

Pero hoy, al salir, encontré que todo iba en dirección opuesta. Que resurgían aquellas leyendas urbanas que siempre nos fascinaron, en la que de pronto nos volvíamos protagonista; ―¿recuerdas?―  

El paseo de hoy me recordó nuestros encuentros en la plaza… incluso el aroma de la cafetería de la esquina, a la que íbamos cada tarde con los hermanos de aquella novia tan extraña que te echaste… sí, la que decía que subiría antes a los infiernos que estudiar empresariales… la que te decía al oído que  volvería  por ti desde donde estuviese aun si estaba en la Atlántida… ¿donde andará ahora?

¿Y tú? donde estarás, sé que andabas pintando paisajes en el mundo de los sueños; el mundo que tu y yo imaginamos una vez y que luego hiciste solo tuyo… sé que estas allí, en ese lugar sin nombre, gozando tu sola. No le pusimos dirección, ni ciudad, ni país. Pero sabíamos que podría estar en cualquier parte de este mundo o de cualquier otro, en algún lugar del espacio tiempo, indefinido mundo, al que yo no logré alcanzar contigo. Me volví a recoger mis bártulos y cuando regresé ya no estabas… te montantes en el tren sin mi… y el que yo cogí nunca te alcanzó. Malditos bártulos, ¿porqué debemos cargar con ellos? Y tú pensaste que yo no volvería. Te sentirías tan mal como yo al descubrir que no estabas… supongo, hiciste bien, espero; mi vida ya no fue igual nunca más… y supongo que la tuya tampoco.

Yo sigo en mi mundo, ese mundo que creé para aliviar tu ausencia, esa ausencia que solo lleno imaginándote en nuestro mundo, te imagino en él, sentada ante el mar, el mar que soñamos… y que está ahí, ante mí, pero con tu ausencia.



Juan Manuel Álvarez Romero©